martes, 10 de febrero de 2009

La coyuntura: la misma indignación día a día

La institucionalidad se perdió en el Perú hace muchas décadas atrás, entre tanta dictadura, dictablanda, democracias agrietadas y débiles, compadrazgos y clientelaje politiquero. Los actuales faenones son, en todo caso, la punta del iceberg, no solo en cuanto a determinar responsabilidades, sino también al desmantelamiento- de una vez por todas- de ese discursillo de que somos el país ventana, uno ante los ojos del mundo y un ejemplo ante las demás naciones de Sudamérica. La coyuntura nos muestra otra realidad: faenones y aceitadas al por mayor, careta de por medio. Los whiskycitos y el compadrito acá la hacemos linda, porque el Perú es el edén empresarial.

Con tanto TLC firmado a ciegas, el mundo, ahora, mirará indignado y sorprendido cómo las principales autoridades del Perú, esas que las recibieron cuando las cumbres del año pasado, dejan pacientemente que Palacio sea el cuartel de operaciones para la Cosa Nostra. Esa que maneja el porvenir del país. Una desaprobación que dolerá a más de uno, en cuestión de 'imagen' como les gusta a los políticos actuales.

La política neoliberal vigente desde la dictadura del japonés de los noventas insiste, cierra los ojos ante la crisis mundial. Y, como si fuera poco, invita a seguir invirtiendo que aquí no pasó nada. Remata al por mayor territorios peruanos a precio ganga. No es una cuestión de antichilenismo ni de xenofobia, si no es que nuestros recursos, esos pocos que tenemos se los damos, sin ganancia alguna o exigua en todo caso, al inversionista extranjero, sin que este siquiera respete a las comunidades del interior del país donde va a invertir. A esta altura, el faenón ya dio resultado: los intermediarios, el gobierno y los empresarios ya se llenaron los bolsillos ¿La población? Bien gracias, me contaminas mi hábitat, mi paisaje, y tengo que enterrar los familiares muertos que dejaste en mi tierra. Los cinco mineros sepultados- hasta ahora no habidos- en la minera Casapalca es obvia responsabilidad de la empresa como de la mínima supervisión del gobierno. Así, territorio donde hay recursos se convierte automáticamente en luz verde para el gobierno y empresa.

Ojear los periódicos se convierte en una autoflagelación constante pero necesario, claro, descartando algunos panfletos aficionados -que de todas maneras resulta no del todo malo verlos a ver qué dicen. Si ya se sentía un clima lúgubre, medio extraño, cuando los primeros días del nuevo gobierno aprista, el presente no es más que esa confirmación. La corrupción ha estallado como una bomba incontenible y sus ondas siguen expandiéndose por todo el territorio peruano.

Cada hecho resulta más indignante que el otro. Una señora que falsifica su título para la elección a contralora, abogados tratandose de hermanitos y de puta mare acá nos hicimos el faenón, o de algunos medios que ya olvidaron a los personajes chuponeados no exentos de todo culpa como Del Castillo, Alva Castro, entre muchísimos más. Entonces, con estos hechos, al menos, se derrumbará esa prejuiciosa pirámide de escala social: un falsificador de documentos se encuentra en toda clase, con careta o sin ella. Algunos, claro está, necesitan detrás de un terno y corbata o debajo de puestos importantes.

Vargas Llosa lo dijo en una entrevista a El Comercio: "En el Perú la élite es bastante inculta, mucho más que la de otros países latinoamericanos. Es una élite muy mal educada. Ha sido educada a ganar dinero, pero no se le ha enseñado a gozar de la cultura." .Así es, Mario, es una clase ignorante de un país que aclama, exhorta, igualdad.

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