miércoles, 30 de septiembre de 2009

!Culpable de nuevo!


Sí, como que queda la sensación de que la condena por seis años para el ex dictador Alberto Fujimori - además de la cancelación de un monto ascendente a 24 millones de soles- por casos de corrupción- entre ellos: la compra de un canal de cable, de congresistas desvergonzados, y la instalación de una central de interceptación telefónica- suena a burla, a un falso muestreo de lo que realmente hizo y deshizo con el dinero del Perú, este autócrata en la década pasada. Esto lo digo, a sabiendas de que la condena no es sumatoria a la ya impuesta por 25 años por crímenes de lesa humanidad.

Así pues, la condena deja un sinsabor en la población. En un amago de cálculos netamente electoreros, favorables para su hija Keiko, Fujimori se autoculpó anticipadamente. Con esto, no se dio paso al desfile de personas que fueron chuponeadas y, otras, extorsionadas en la década pasada. La verdad de los hechos, aunque redactada en los expedientes judiciales del caso, no fue expuesta en la televisión a nivel nacional: se evitó lo que hubiera significado más que un roche para el mismo fujimorismo. De haber pasado por todo el proceso, vaya que hubiera sido un golazo para el imaginario colectivo del país. Se recordaría con más ahínco esta fecha, como con la anterior sentencia por los casos de la Cantuta y Barrios Altos.

Pero, por otro lado, está el reverso de la moneda: la satisfacción de un tribunal que actuó a pleno e íntegro en su labor. Atisbos de justicia que invitan a la tan desahuciada esperanza de un porvenir mejor: meros ilusionimos e idealismos atribuirán seguramente aquel sector descontento con que la verdad sea descubierta de una vez por todas como el tribunal lo ha establecido así. De todas maneras, la culpabilidad- por chuponeador, coimero y ratero- quedó demostrada y registrada para bien de la historia del Perú.

martes, 29 de septiembre de 2009

El Rey de los fachos


Nuevamente, el sector más reaccionario y facho de la politiquería peruana utiliza toda su artillería y retahíla de descalificaciones para amedrentar a la sociedad civil y a los derechos fundamentales de todos los peruanos. Esta vez, fue Rafael Rey el protagonista de declaraciones, que no reparan en claroscuros ni matices: solo andan en los nubarrones de las generalizaciones e interpretan de forma maniquea conceptos que no hacen más que seguir soplando en la fractura social del país.

Para el ministro de Defensa, por ejemplo, lo sucedido en Putis, Ayacucho, en 1984, hay que archivarlo, dejarlo al ingrato olvido, pues corresponde al pasado: muertes que, según sigue afirmando, ni siquiera se han registrado: "...quizás porque nos preocupa mucho más lo que está sucediendo ahora, las muertes que hay ahora, que las que un entierro de cosas que sucedieron en el pasado". A partir de este último período como encargado de la cartera de Defensa, el pragmatismo de Rey no se ha encargado de otra cosa más que de atacar a las organizaciones de derechos humanos y denotar su inclinación por la dicotomía de los peruanos ante la ley: la desfasada idea del tribunal militar para, muy seguramente, justificar los futuros excesos de otra guerra indiscriminada, como ya lo hemos vivido en la década anterior.

Así pues, Rey es una tecla más de ese sector del conservadurismo de este país, que acepta a regañadientes el concepto de los derechos humanos como caracter universal para todos los peruanos. Recordemos a Giampietri, hace no mucho cuando en la todavía no resuelta problemática del VRAE, en vez de proponer soluciones, se dedicó a atacar en el pleno del Congreso a las benditas organizaciones de derechos humanos, cuando estas son las primeras en encargarse de velar por las muertes de los militares que son mandados sin inteligencia y plan, directos al sacrificio.

El debate de ideas y su proposición no existirá siempre y cuando este sector no se anime a sentarse con las demás partes de la sociedad civil, a que dejen su ceguera en cuanto a verdaderas reformas sociales y no seguir desuniendo al país con ideas propias de fanatismos exacerbados. Este sector que, dicho sea de paso, tiene historia, mucho arraigo popular y, sobre todo, mucho respaldo mediático. Es por ello, que me causa gracia cuando Nakazaki habla del juicio mediático: por dios, si la mayoría de medios de comunicación les cuesta salir de sus rezagos fujimontesinistas estratégicamente bien colocados en el espacio público para propagar e imponer sus ideas.