lunes, 25 de febrero de 2008

Detrás del tercio

En un artículo muy divertido de Rocío Silva Santisteban titulado 'La Trica de Chang', nos revela que el actual ministro de Educación triqueó cuatro cursos, cuando apenas era un estudiante de la Universidad de La Católica. Y no por estos pequeños traspiés universitarios, pasará a calificar como bestia, animal, monstruo (¿en computación?)...bueno, a menos que él, en una batalla personal inacabable, se considere así.
Uno de los últimos grandes temas de discusión en la politiquería peruana, que más que una saludable discusión se siente como otra imposición con tufillo dictatorial oficialista, es lo del tercio superior. Claro, el asunto se ha ido retrayendo. El gobierno dejó de pisar fuerte para dar paso a una ligera flexión... aunque en su ego,es claro, no quieran reconocerlo.
Las protestas, por parte del magisterio, no se hicieron esperar en las calles. Y Alan no ha perdido la oportunidad para, por enésima vez, calificarlos de senderistas y comunistas (ahora apoyado y editorializado por 'El Comercio'). No pretendo defender a las filas del SUTEP. Pero menos insultarlos, y lo que se sabe es que el gobierno quiere todo menos diálogo con los diferentes gremios.
Como con el paro agrario, la posición oficial es aferrarse a lo que aplica, sin consultarle más que a sus bases. Ahora, no es que yo diga que el gobierno se ponga populista, como cuenta la historia de los años '85 a '87, y, de esta manera, los balconazos se vuelvan realidad. No, todo menos eso.
Lo que sí llaman la atención es que pocos columnistas no han hecho hincapié en la forma cómo a través de esta nueva medida, con su leve modificación y todo, el gobierno está diciendo: nuestro sistema educativo anda muy mal (vaya descubrimiento). Pero lo peor es que no lo arreglan de raíz. No es la forma, pero tampoco el fondo, lo que el gobierno quiere arreglar. Es como si cortaran la mitad del árbol caído, cuando obviamente es la raíz donde deberían sacar una verdadera reforma. Claro que también una verdadera reforma lleva su buen tiempo, mas esta palabrita es muy utilizada como comodín por varios padres de la patria. Esto resulta muy claro si es que aún no se han dado cuenta: si con el título de maestro (reconocido por el mismo Ministerio de Educación) no se puede ejercer la profesión, por ende, la educación anda mal. Entonces por qué en vez de arreglar ese problemilla desde ahí, y no agregar el tema del tercio superior que más huele a provocación, a revanchismo, contra los del SUTEP.
No hay duda de que la medida está pensada políticamente, enfocada solo en la minoría limeña, que ve con buenos ojos que el crecimiento económico les cae a todo dar. Esa es la manera que el gobierno se ha estado manejando en estos casi dos años. Una manera de imponer y hacer ver que todo está bien. De tocarnos el hombro y decir a los pobladores del interior del país: 'ya pues hermanito estamos bien, no nos hagas roches'. Y qué manera de hacerlo. Resulta envidiable, de alguna forma.

domingo, 24 de febrero de 2008

Confesión veraniega

Mi escritorio se encuentra, por estos días, atiborrado de libros. No estoy llevando ningún curso de verano, y los que llevaba en el Centro Cultural La Católica (aún sigo manteniendo reparos en la palabra cultural, pero bueno) culminaron hace poco menos de un mes. Busco desesperadamente trabajo con ese rótulo humilde de ''prácticas pre profesionales''. Mientras pasa eso, mientras siga esperando esa llamada, consecuencia del enésimo currículum enviado, ha despertado inusitademente, de una manera demasiado sospechosa, un interés muy apetecible por la lectura. Esto, a modo de confesión abierta.
Digamos, para ser francos, desde que tengo uso de razón hasta hace no más de dos años, la lectura era una actividad a la que yo no le prestaba atención, no me llamaba. Bruto, ignorante, sujeto totalmente pasivo, llámenlo cómo quieran, pero la lectura no iba conmigo. Irónicamente ya me encontraba estudiando Periodismo cuando el mundo de las letras todavía no hacía las pases conmigo, o yo no las hacía con ella. Lo único rescatable, para esa fecha, era que comenzaba a gastar mi sol diario para un ejemplar de 'La República', para seguir a Lauer, Páez y Edmundo Cruz, postergando mi pasión futbolera del Líbero. La compra era diaria, sin falta. Un deporte que hasta ahora lo conservo.

Como dijo un profesor, maestrazo él, capaz de ruborizar a cuanta chica del Villa María se oponga con sus conservadurismos, el gran Lucho Torrejón: ''no se conoce en el mundo ningún escritor- periodista que no haya leído anteriormente''. Claro, para cualquier regla o aserto, hay su respectiva excepción. Entonces, distinguimos del buen columnista, periodista, escritor, etc. del que no. Digamos, hasta este punto no hay nada nuevo, no hay esa pepa novedosa. Para nada, ni pretendo mostrarla. Simplemente, a estas horas de la madrugada que resiste a gritos ser lunes, arrojo en palabras lo que siento en estos momentos por la lectura, sin llegar a ser un snob, ni mucho menos afirmarlo con aires intelectualoides como los que se respira en, por lanzar un nombre, Etiqueta Negra. Vamos, la gente sabe. No nos hagamos los tarugos.
Reitero, mi escritorio anda atiborrado de libros, de manera inusitada e insospechada. Ya no están los discos de Floyd, Stratovarius, Lavoe, Beatles, sino de pilas y pilas de libros, de las letras inmortalizadas de Vallejo, Rulfo, García Márquez, Yerovi, Jaúregui, Vertbisky... y hasta del Código Da Vinci, entre otros. (Lo se, lo se, la fregué con el último título, pero como en la versión más idílica del periodista, hay que contar siempre la verdad... aunque este caso no se cumpla eso de 'duela a quien le duela'). No se si es un vicio temporal, una moda, o algo que ya se volverá eterno hasta mis últimos días, pero hay un aire alegrón y festivo en mi confesión (algo ingenuo porqué no). Y lo hago a pesar de la mofa que pueda surgir a continuación de la lectura de este post. Este verano se ha convertido en una suerte de 'pretemporada intelectual' saludable y enriquecedora. No lo digo inflando el pecho.
Es como que encontré ese gustito, que muchos ya lo han encontrado hace muchísimo tiempo, por los libros. Y claro, por supuesto, esto me sirve para la formación de mi carrera. Me exige, me dice 'fíjate bien antes de lo que vas a escribir huevón'. Me hace arrepentir de lo que estoy escribiendo ahorita mismo. Me arrocha. Me avergüenza. Pero me empila. Me motiva. Y sobre todo, ha despertado en mí esa insaciable búsqueda del estilo. Mi sello. Mi marca. Mi firma. Para eso, aún falta, bastante camino por recorrer.
Por lo pronto, continuaré leyendo sin cesar y vaya que hay mucho para leer...

viernes, 8 de febrero de 2008

El detalle que faltaba

No es nada personal con Raúl Tola, pero si este desconoce quién inmortalizó la canción 'Triste y vacía', entonces no es gratuito que un envalentonado Phillip Butters le haya dicho en su momento Venecia: porque no tiene calle, o, en su defecto, Óvalo Gutiérrez: porque no tiene esquina. En fin... detalles que no hay que dejar pasar.
De todas maneras, alcanzo el dato: el compositor de aquella canción es el otrora vate salsero Héctor Lavoe....a veces, Raúl, no basta con escribir bien (como lo predica en cada clase, y que no necesariamente, lo efectúa así).
Hay que, también, vivir para, en consecuencia, narrar, arrojar, en fin, expulsar sobre un papel o una pantalla de computadora, eso vivido.

miércoles, 6 de febrero de 2008

¿Para qué pelear?

Rompamos nuestro silencio vacacional. Como diría (y de una forma no muy agradable que digamos) Aldito Mariátegui. Esta vez, el silencio lo interrumpo, de una manera abrupta, por una anécdota que me pasó hace algunas horas. La prisa por publicarla es de una urgencia casi comparable a la de una nota en un día de cierre de una revista o un diario capitalino.
Por estos días, estoy asistiendo a un curso en el Centro Cultural de la Católica (la palabra cultural me provoca algunas reticiencias al escribirla). El salón encuentra una mixtura de edades saludable para el intercambio de ideas. Claro, eso fue lo que pensé el primer día de clases. Sin embargo, cada clase que pasa, hay algunos que, con aires 'intelectualones', pretenden imponer sabiondamente sus conocimientos (bueno, digamos, algo de eso he visto en la Facultad, en la que estoy). El hecho es que hoy, discutíamos en el salón sobre el rol del periodista y yo, de una manera totalmente desabrida, dije que educar no era la principal.
- !Cómo que no!- había volteado una señora, de unos cincuenta años aproximadamente, y me disparó una mirada, con unos ojos saltones, de esos que seguramente, yo tendría miedo hace algunos 15 años, cuando menos, y en la oscuridad. Ahí continuaba la respetable señora, por cierto, que todavía seguía con esa mirada profunda y hosca, mientras con aires de matronal, exclamaba: !claro que educar es la principal labor del periodista! (no hace falta ser adivino para deducir que esta señora lee 'El Comercio' todos los días sin falta).
Bueno, no pretendo dar clases de periodismo, ni menos brindar retazos de moralina, pero vamos, educar es una tarea correspondiente al Estado. Fuera de que, digamos, la realidad nos de una patada en la cara con semejante proposición.
Después del incidente, un intento mediador de Raúl Tola, el profesor, quiso calmar las aguas, solo movidas por la crispación de la señora. En ningún momento, digamos, me sentí aludido ni menos que la señora, claro teniendo en cuenta todo el respeto del mundo.
Mientras yo seguía atendiendo a la clase, mostrando alguna sonrisa picaresca, producto de haberme sucedido una buena anécdota para comentarla, la señora abría su neceser para maquillar el paso del tiempo. Otras intervenciones siguieron nublando al pequeño incidente, protagonizado por una señora y un joven, a los que tranquilamente podrían ser madre e hijo.