miércoles, 8 de abril de 2009

7 de abril: Día histórico mundial.

No creo poder encontrar una hilada, y coherente, articulación de frases y expresiones para expresar mi sentir sobre la condena. La sentencia de 25 años al ex dictador dejará absorto a propios y extraños por muchísimo tiempo.

Mi rostro se encuentra rostizado, producto de haber estado en medio de un sol abrasador - que dicho sea de paso, no menguaba en los ánimos de las personas que, esperanzadas, se habían dado cita para ver justicia en vivo y en directo por más de cuatro horas acompañando a diversos gremios y activistas sociales. La DIROES, en el distrito de Ate, fue el lugar donde se le dictaría sentencia al ex mandatario.

La alegría cuando la voz del juez César San Martín dictó la duración de la condena resultó inexpresable: imposible de describirla, muy a pesar de la generosidad linguística que puede otorgar para tal cometido.

Estas absortas palabras no tienen ni el más mínimo punto de comparación con la tranquilidad de los deudos de Barrios Altos y La Cantuta cuando escucharon la esperada sentencia. A ellos, hay que hacerles un monumento a la perseverancia, a la lucha y la constancia. Qué tal chamba la que se metieron tras 17 años de salir a las calles a protestar, a quemar sus gargantas por algo que solo ellos creían. Qué tal paciencia y sobre todo, qué tal mesura para, en ningún momento buscar venganza ni alguna revancha, pese a lo duro e injusto que significó perder a sus familiares absolutamente inocentes. A ellos, repito, es imperioso hacerles un monumento.



Por último, el triunfo de la justicia sobre los métodos retrógradas autoritarios y déspotas significa una nueva era en la jurisprudencia mundial. Nadie está por encima de la ley. El fin no justifica los medios. Y el Perú dio la voz de alerta. Qué orgullo carajo.

1 comentario:

Daniel dijo...

Los años pasaran y un día recordaremos aquella época oscura de los noventas y podrás decir con orgullo que el día de la senetencia estuviste junto a las victimas de todo lo que sucedió. Bravo, ¡Gabriel!