jueves, 7 de agosto de 2008

Más que coincidencias...

A propósito del venidero partido de Perú contra Venezuela, sorprende ahora la omisión de frases por demás populacheras, demagógicas, para el balcón de Alan García, como el "sí se puede" en la prensa deportiva esta última semana. Cual conciliábulo, ahora sí estamos más que mal, avalado y más que confirmado por el último puesto de Sudamérica en el también último ranking de la FIFA.

De todas maneras, y teniendo esta particular coyuntura, aprovecho para traer a colación algunas pequeñas coincidencias entre el discurso del hincha promedio y el del peruano, por no decir limeño, que vive del chorreo económico digamos.

Los comentarios de las gentes en la previa de la última Copa América nos daban como favoritos: "Tenemos un equipazo", "Con Pizarro, Farfán y Guerrero la hacemos", recuerdo que así eran las frases, provenientes de un inusitado y empalagoso triunfalismo. Pero la persona que mantenía un discurso más calmo, más reservado, era sancionado desde con una mirada de desprecio como ser víctima de una burla en consenso de grupo. Si alguien, por esos días, mencionaba: "Somos los últimos", resultaba ser una injuria, algo que no admitía perdón. Para nada. Era, en fin, considerado un enemigo, un traidor de la patria.

No muy lejos se está de una curiosa analogía, cuando no se comparte el speech de los políticos de nuestros días, cuando estos se jactan del éxito macroeconómico y todo ese rollo. De inmediato, lo etiquetan de ser un peligro para el país, un subversivo en crecimiento. Y es que uno de los intentos de este gobierno es estandarizar las opiniones sobre el chorreo económico y sus variantes. Como si se hubiera dictaminado sacar una ley en el que todos los peruanos tenemos que decir lo mismo. Los matices, tampoco, son bienvenidos. En un país, con gran cultura dictatorial, donde los libros de autoyuda tiene alta demanda (otro dato que confirma el hecho de que tiene que haber alguien que nos diga qué cosa hacer para algo) se tiene por ideas centrales los blancos o negros. Nada de grises. Si no se comparte eso, pues también resultaría un enemigo de la patria.

3 razones por las que no puedo ser un etiqueta boy

Son tres las razones por las que me excluyo de ser parte de una conversación en medio de zapatillas 'All Star', saquitos y jeanes al cuete. Son tres razones por las que entro a esa suerte de ser casi un pacharaco, uno más del montón, pero de las que, al menos, no me siento incómodo.
Son tres razones por las que no encasillaría en una conversación tributo al esnobismo.

- Power Metal: Un género muy especial para mis oídos. Tan especial que (casi) ninguno de mis conocidos, entiendase familiares, amistades, compañeros y compañeras desconocen. Si alguna vez, le he mencionado ese estilo de música( prometo dedicar un post a este género) a alguien, de frente lo etiquetan como una música proveniente de la insania, de unas guitarras interminables y de unas letras que no se escuchan por el mismo bullicio de aquellas. Cuando me ven con esos polos de extrañas e irreconocibles bandas (irreconocibles, porque casi nadie las conoce, valga la aclaración), polos ya algo destintados por el inevitable paso del tiempo, me ven con cara de suma preocupación.

De todas maneras, el power metal es un subgénero rechazado por los propios metaleros y también, muy posiblemente, por muchos otros. Un subgénero que no puede estar encasillado en lo snob, en lo intelectualón, y que no puede ser parte de una conversación en un bar barranquino. Definitivamente no.


- Enfutbolizado: Si bien el fútbol es pasión de multitudes, aserto popular, para mi, está muy lejos de lo que Villoro o el 'Veco' escriben en sus crónicas, por ejemplo. Del fútbol mundial, rechazo el lirismo y el fútbol bien jugado. Para mi, prima la efectividad. Pero sobre todo el esfuerzo del equipo chico que tumba al grande. Y esto ha provocado que me llame la atención, sobre todo, equipos que no tienen el palmarés, el curriculum de grande. No Brasil, no Argentina. No Pelé, ni Maradona. Sí Grecia del 2004, país al que soy hincha, de manera surrealista, desde el 2001, y que hasta ahora no encuentro un por qué de esa empatía hacia un país que no guarda ni siquiera vínculos familiares.

Es por eso, en una conversación futbolera, lo normal, lo esperable, es nombrar a rostros conocidos, mediáticos. Cristiano Ronaldo, Ronaldinho, en fin, nombres que son portadas de alguna marca reconocida.

- Antigourmet: Me considero un asiduo consumidor de menúes, chifas de cinco soles con su tipakay, y, cómo no, sanguchones con toda la grasa que se le desparrama por los costados. Es decir, casi (no siempre, ojo) un antigourmet, consciente e inconscientemente. Y es que toda esta onda Gastón Acurio, en verdad, me importa tanto como un discurso de Alan el 28 de julio.

Y aunque he acudido, alguna vez, más de una debo reconocerlo, a alguno de esos sitios en compañía de la familia, no me he sentido, de hecho, el más cómodo del grupo. Siempre silente y callado.

En fin, son tres de las razones a las que llegué a conclusión uno de esos fines de semana que regresaba a mi hogar, en medio de vodkas, whiskys, vinos y cerveza. Todo en mi pequeño organismo. Por lo que, tranquilamente, pueden ser tres razones que pueden ser rebatidas, y descartadas, pero que de todas formas, me particulariza.

Tanto el power metal, fútbol y el sanguchón forman el tridente que me identifica, sin decir que esto es un orgullo ni con afanes de distinción. Simplemente, son tres cosas con las que se me puede identificar. He ahí mi humilde carta de presentación.