martes, 18 de diciembre de 2007

¿Traición en primer grado?


¿Qué hace un hincha de la 'U', que en su adolescencia fue uno muy acérrimo, en el campus de la Universidad San Martín celebrando el campeonato del cuadro 'santo'?¿Qué hace un hincha crema dandóle la mano al Chino Rivera, en vez de estar renegando en su interior por otro año más sin campeonato?¿Qué hace un hincha crema, que alguna vez caminó con la multitudinaria 'Trinchera Norte' desde el estadio Nacional hacia el Lolo Fernández vitoreando el campeonato obtenido en el '98, ahora con una sonrisa cínica junto a sus amigos (que sí son) de la Universidad San Martín?


Bueno, bueno, todo esto tiene una explicación. Tras haber dormido apenas unas cinco horas, con resaca encima, me había comprometido con algunos amigos para ir a la cancha. Jugaba la 'U' y podía ser campeón. Jugaba la 'U' y podía romperse esa amarga racha de no campeonar siete años. Sí, siete años. La primaria está por comenzar.

Una vez dentro en el estadio, soportando un sol espantoso, ya solo faltaba una hora para el encuentro ante San Martín. Pero la tribuna oriente, en la que me encontraba, ya estaba casi copada de crema... y, bueno, al costado, muy al costado, de la vacía tribuna sur, estaban algunos seguidores del cuadro santo (diente incluido con gorrito navideño). El partido terminó 2 a 0 a favor de los cremas. Pero no sirvió de nada, porque nos enteramos por una radio que había llevado que el Bolognesi había ganado su partido. Así pues, Bolognesi era campeón del Clausura, y la San Martín campeón nacional.

He escatimado en varios detalles del partido, porque quiero llegar al momento in fraganti, al ampay, al momento de la supuesta traición. Cuando me estaba retirando en busca de la salida, dos amigos de mi colegio me pasan la voz. Ellos estaban junto a la barra del equipo que había perdido, pero que, sin embargo, celebraba el campeonato nacional. Carlos 'Zipi' es de la U, y Mario 'Wario', el hincha más ferviente del Sport Boys del Callao. Me acerco y los saludo. Nos quedamos conversando un rato más. Para esto, ya me había despedido de los que habían entrado conmigo al estadio. Cuando salimos, me imaginaba ir hasta la avenida Arequipa para subir a un micro que regresara a la casa rápidamente. Pues, comida y sueño eran las dos cosas que mi cuerpo pedía a gritos y con carácter de urgencia. En la puerta número 19 del estadio, se estacionó un bus plomo. Ese bus llevaba a todos los hinchas de la San Martín al campus de Santa Anita para festejar su primer título. Yo sí no quería saber nada de eso. Pero 'Zipi' me anima.


- Oe 'pulga' sube- me había dicho.
- No nada que ver, yo soy de la 'U' compare- había refutado la proposición de mi amigo.
- Vamos oe. Además, va a haber comida y pisco sour todavía.- me trata de convencer por el punto más débil.

Eso era lo que quería escuchar. El sueño se podía aguantar. Carlos me había prometido comida, así que obediente subí al bus. Pero claro, ya me sentía como un traidor. Me había vendido por unas migajas. Bueno ya era tarde, porque el bus avanzaba y veía a montones de hinchas cremas con caras de pocos amigos caminando. Y yo en ese bus. Pensaba: si le cuento a mi hermano o a mi padre me matan, me castigan de por vida. Tuve que hablar con mis amigos de otros temas para evadir el sentimiento de culpa que, sin exageración, sentía en esos momentos. Temas como el juicio a Fujimori o los próximos traspasos de la próxima temporada del 'julgo' peruano fueron más que suficientes.

Ya en el campus de Santa Anita, lo único que se podía hacer era esperar a que el equipo llegue. Bueno, mientras tanto conocí algunas nuevas amistades, futuros colegas estudiantes de la San Martín de Comunicaciones.

El equipo había llegado. Y ahí fue el momento click: cuando le di la mano al 'Chino' Rivera. Sí, lo estaba felicitando. Esto me hizo retroceder en el tiempo, cual flashback: en el año 1992, tenía ocho años y me encontraba en Pizza Hut con mi familia. Había entrado a la pizzería Darío Muchotrigo. En ese entonces, era uno de los grandes jugadores del torneo local. El único problema es que jugaba en Alianza. Ahora que lo pienso, fue una pequeña joda de mi padre, ya que fue él quien me anima a que me acerque para que el jugador me firme un autógrafo. Puso en una servilleta: 'Con cariño para Gabriel. Arriba Alianza'. Claro que después lo boté al llegar a mi casa. Estaba renegando porqué hice firmar un autógrafo a un enemigo. Ese mismo sentimiento de culpa es el que sentí este mismo domingo cuando le di la mano al técnico campeón.

Regresando al momento en el campus de la San Martín, al final, me retiré con mis dos amigos, y sus tres compañeros de su facultad, en busca de un 'hueco' para comer. Una salchipapa cada uno fue demasiado chica para nuestros estómagos, pero bueno ya era tarde: nuestros padres esperaban.

De todas maneras, lo que me preocupa es que ya van dos tachas a mi currículum de hincha crema. Un hincha crema que, claro, hace un buen tiempo dejó de ser el apasionado que iba a todos los partidos de local, pero igual es para fruncir el ceño (y vaya que eso lo hago a cada rato) y preguntarse: ¿qué esta pasando?

lunes, 17 de diciembre de 2007

Continúa el efecto Soda...


Han pasado exactamente diez días del concierto en el estadio Nacional, y vaya que aún no dejo de escucharlos. Mi disco mp3 de Soda Stereo, que lo había adquirido hace ya cinco años en Polvos Azules, debe estar más desgastado que el del 'Álbum Blanco' de los Beatles, o que el 'Wish you were here' de Pink Floyd. Y todo por culpa de esa noche del 8 de diciembre. Una noche que el olvido jamás podrá lograr su cometido.


Días previos al concierto y con entrada en mano, había puesto en riesgo mi presencia. ¿Qué ocurrencia no? Ahora que lo pienso, no solamente es una ocurrencia, sino una insolencia, una malcriadez, una falta de respeto a lo que significó esa noche. Pero bueno, tras haber resuelto mi propio cronograma de actividades (semana de finales incluido), duermo la noche del viernes pensando que al día siguiente iba a ser un break bien largo... todo el día. El plan Soda lo iba a ejecutar junto a un gran amigo de mi promoción desde las 10 am. Sí, desde las 10 de la mañana que fui a su casa y de ahí, nos trasladamos para allá. El plan Soda tenía de protagonistas a mi amigo Johao, su enamorada Myriam, y su hermano Marlon.


Once de la mañana, en las afueras del estadio nos encontrábamos haciendo la bendita cola, y con un sol que ya comenzaba a molestar. Desde las once hasta las cuatro de la tarde. ¿Qué, qué hicimos en todo ese lapso? Aparte de vernos las caras, conocimos a otra gente en la cola. Todos hablábamos de Soda, de qué canciones iban a tocar. Yo les comentaba por qué no incluían 'Dietético' o 'Mi novia tiene biceps'. Después de eso, nos pusimos a jugar cartas. Vaya que aprendí, ahora sí tras varios intentos, a jugar Ocho locos, 21, o Póker (sin apuesta). Para almorzar, muy simple: nos cuidábamos el lugar de la cola y, previa recomendación de un pata con gorrita de rasta que estaba atrás de nosotros, nos fuimos a un restaurancillo por la zona. Un respetable caldo de gallina, de entrada y una clásica milanesa con papas y arroz, de segundo, fueron suficientes para acabar con mi apetito, al menos por esas horas.

El reloj marcaba las cuatro de la tarde, cuando la fila hacia 'Signos' (la segunda entrada más barata) comenzaba a entrar. Una vez dentro del estadio, la primera fase del plan Soda había concluido. Ahora faltaban solo cinco horas más. Cinco horas más, pero los pies no sabían eso: rogaban sentarse por favor. Ya éramos víctimas del cansancio. El grupo 'telonero' fue el 'Dúo Ayacucho'. No tenía mayor referencia de ellos, más que saber que era un grupo folclórico (mi madre es fanática de ellos). Pero, queríamos ver a Soda, así que los silbidos no se hicieron esperar.

La tarde terminaba y la noche asomaba con una ligera garúa que aparecía de vez en cuando, solo para poner un poco de más emoción a esta larga espera. Hasta que la hora tan esperada llegó y el delirio ya era muy común en todos los presentes. Gustavo Cerati, Zeta Bossio y Charly Alberti acababan de salir al escenario. 'Juegos de Seducción' arrancó con fuerza e hizo saltar a todos los presentes. Vaya que sí. Fueron cerca de tres horas de puro Soda(con un breve intermedio incluido). No me acuerdo en qué canción exactamente, pero en todo el 'pogo', en medio de un olor a marihuana fusionado con la hediondez que destilaban las axilas presentes, habré dicho: !No puede ser cierto que todo esté perfecto! Y hasta ahora lo confirmo. Valió la pena haber estado diez horas parado en la espera, y casi tres horas más saltando y cantando.

Creo que ninguna descripción por más que sea de algún (pseudo) crítico, literato, poeta, o cualquiera, va a poder narrar exactamente lo qué pasó esa noche. En todo caso, hay para todos los gustos. Personalmente, no logro describir exactamente lo qué sentí al mínimo detalle en ese concierto. Lo que sí puedo afirmar es que el efecto Soda aún tiene para rato... como un Disco Eterno.