jueves, 2 de abril de 2009

A poco de un gran precedente


Al ex dictador Alberto Fujimori, las cuatro pastillas, que tomó ayer durante su defensa, no amainaron su desesperación por querer tapar sus propios horrores, cometidos en la década pasada. Lo del miércoles último no resultó más que una defensa de trinchera: una negación de los hechos que se le acusan por violaciones de derechos humanos. Así pues, el ex presidente- que renució vía fáx en 2001, con el pretexto de ir a la cumbre mundial de países que se festejaba en Brunei, Malasia- apeló a la memoria selectiva, condecorándose como el pacificador del terrorismo. La falacia cliché a la que se aferra, hasta ahora, el fujimorismo. Para colmo, se autodenominó como un heróe tal que debiera ser resaltado, posteriormente, por los libros de historia que futuros escolares leerán en sus aulas. De ser cierta tal profecía, la educación vaya que tocaría el punto más bajo en la historia del país.

Pero, claro, en aras de la democracia y de libertad de expresión que esta implica, resulta innegable como el fujimorismo sigue aún teniendo gran arraigo popular. Cosa increíble por cierto. No en vano su hija Keiko pelea las encuestas para liderarlas. Tampoco que el apellido Fujimori todavía tenga poder (sí cuesta creerlo). Tanto en los medios de comunicación como en los pasillos de los Pasos Perdidos como el Judicial, retumba el fantasma de la década: casi imposible de deslindarse. El silencio de algunas autoridades, por otro lado, no deja de ser otra alternativa de complicidad, no menos maquiavélica, con el fujimorismo.

Por ello, es importante la memoria: un recordatorio constante de lo que fue una de las décadas de más injusticia y más violencia del país, donde un dictador hizo y deshizo el respeto de las instituciones más importantes, dejando así también una grave herida en la autoestima de la mayoría de los peruanos. En este sentido, La República hizo bien en recordar - y desmentir - tal mito de que este pacifista logró con su ingenio la denominada captura del siglo.

"Recordemos: Abimael Guzmán Reynoso, el máximo dirigente de Sendero Luminoso, fue capturado el domingo 12 de setiembre de 1992, a las 8 y 45 de la noche, en un inmueble de Surquillo, en momentos que el entonces presidente de la República Alberto Fujimori Fujimori disfrutaba de un sesión de pesca en un remoto lugar de la selva. Vladimiro Montesinos Torres, su asesor en temas de seguridad al que el mandatario había entregado todos los poderes para combatir el terrorismo, descansaba en su casa de playa del sur de Lima. Ambas autoridades eran ajenas en absoluto al “Operativo Victoria”, que ese día llevaba adelante el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), de la Policía Nacional, y que esa noche alcanzó su objetivo tan buscado. Palacio de Gobierno fue in-formado de la noticia recién a las 9.45 de la noche. El edecán de turno respondió que el presidente aún no había retornado de su excursión a Iquitos."

El mencionado Grupo Especial de Inteligencia fue el artífice de las capturas más importantes de la cúpula de Sendero Luminoso, así como la de su líder Abimael Guzmán. Una verdad que la prensa independiente junto a una oposición reducida trató de difunfir pese las opresión de la dictadura, así como también algún que otro apasionamiento para denunciar tales hechosque hacían perder la verosimilitud en estas. De todas maneras, nada justifica que las atrocidades cometidas sumerjan en la más pasible impunidad.

En otra parte de su alegato, Fujimori mencionó el asesinato del esposo de la congresista Luisa María Cuculiza, quien fuera una víctima más del terrorismo. Investigaciones judiciales de la década de los ochentas en el que fuera asesinado Hugo Rivera dieron a conocer que el autor de dicho crimen fue una persona al que no militaba en algún bando terrorista. La información la trae La Primera:

"En 1999, una rigurosa investigación periodística dio cuenta, mostrando el atestado policial Nº 465-85, elaborado en la ciudad de Huánuco, que el verdadero asesino fue un orate llamado Carlos Espinoza Mautino, quien según el atestado policial, le disparó a Rivero tres tiros en la cabeza. La verdad fue divulgada cuando el supuesto asesinato del esposo de Cuculiza por parte de senderistas fue utilizado por el fujimorismo para apoyar la propuesta del retiro del Perú de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por el falso supuesto de que el referido organismo buscaba liberar miembros chilenos del MRTA. El expediente indica que el crimen ocurrió el 24 de marzo de 1984 y señala que Felisa Mautino, madre del asesino, buscó al esposo de Cuculiza para reclamarle el pago de una mercadería que había perdido como consecuencia de un choque que tuvo contra un camión de la empresa embotelladora administrada por el esposo de Cuculiza."

Aunque el apelativo de orate al asesino del esposo de la congresista fujimorista forma parte de ese inevitable prejuicioso argot periodístico (una caja llena de clichés y frases hechas, por cierto más inevitable)- desafortunado cómo no- le sirvió al fujimorismo, en ese entonces, como pretexto para salirse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Si bien es cierto los anteriores presidentes, Belaúnde y García, no pudieron hacerle frente a la lucha contra el terrorismo, así como haber cometido numerosas violaciones a los derechos humanos, el de Fujimori fue el régimen que aplicó una estrategia ad hoc. Una estratagema de una guerra sin cuartel, que no miraba las consecuencias más sí el éxito político que traería. No importaría pues las numerosas víctimas civiles ocasionadas por los Colina boys como por el terrorismo. La idea gringa del fin justifica los medios. La subestimación de las libertades individuales y los derechos básicos de la persona en su máxima expresión.

Solo queda esperar una sentencia que enseñe al mundo entero el gran precedente de castigar a los dictadores. Aunque llena de idealismos y por qué no de alguna ingenuidad, la parte civil y gran parte del país quiere que la justicia llegue, por primera vez para todos por igual.

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