La inesperada y abrupta salida del ministro de Economía, Luis Valdivieso, fue la noticia que movió a los medios su agenda del día de ayer. Valdivieso dejó la cartera del sector para darle paso, nada menos, que a su tocayo Carranza, quien fuera titular de dicho ministerio en 1986 (perdón a mediados del 2006, ¿no Alan?).
Es decir, el cambio pasó más por la forma, bajo el mismo fondo. No es que Luis Carranza, a pesar de sus declaraciones en donde manifiesta un posible incremento gasto público, tenga ánimos de mover un solo sol en pro de la población. El gobierno arranca este año con la misma política económica. Esa autoritarona, que desatiende los pedidos del ciudadano de a pie y que criminaliza las protestas. Como dice aquel aserto popular: "La misma chola con diferente calzón". Nada nuevo bajo el sol.
Ahora, causa curiosidad el porqué de la renuncia de Valdivieso, cuando este tenía apenas medio año en el cargo, teniendo en cuenta claro que un sector como el de Economía apuesta más por el mediano y, sobre todo, largo plazo. El cortoplacismo primó. Tal vez, la antipatía del ala dura del APRA fue el detonante para que Carranza pierda la paciencia. En esto, el diario La República afirma:
"Por eso no extraña que Mercedes Cabanillas le reprochara a fines de diciembre del 2008 por no destinar más recursos a los comandos que combaten contra Sendero Luminoso en el VRAE, y que la CTP, cercana a la dirigencia aprista, lo acusara de proponer la desactivada homologación del sueldo de los ministros con el de los parlamentarios. Ante la prensa, Valdivieso negó las versiones que lo acusan de falta de iniciativa."
Si una derrota del seleccionado peruano, sea la categoría que sea, no causa algún resquicio de sorpresa, mucho menos el mencionado cambio del sector Economía. Un Carranza, con el mismo look de niño chancón, cae como anillo al dedo para los empresarios, quienes ya se empiezan a frotar las manos y un mohín asoma en sus cínicos rostros. Para Alan, parece que la jugada fue escogida de manera que le sirva para seguir subiendo en las encuestas.
Me pregunto ingenuamente ¿tanto se perdió en horas de trabajo por presentar a Carranza? ¿Tanto espectáculo?¿Tanta celebración con pisco (guarda con el tufo que no vayan a ser despedidos, ¿no Mariátegui?)?¿Tanta pérdida de tiempo para dar por concluido "un día más de trabajo"? . Esto parece, pues, sacarle la lengua a un niño indefenso. Aunque sabemos todos que, en el mundo del lobbies y compadrazgos, nuestros políticos no es que necesariamente se fajen por el Perú, algo más que un escozor se siente ante tanta displicencia.
El hecho de que la selección pierda y el gobierno siga siendo lo mismo de siempre, puede en un primer momento ser motivo de risas, pero después, es como que ya fuéramos los lornas. Eso cansa ¿no?
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