Una mañana en clase, alguien me respondió sobre mis quejas con respecto al actual gobierno y las injusticias que sufren hasta el día de hoy las familias afectadas por el terrorismo, tanto de parte del Estado como de Sendero Luminoso, entre otros grupos guerrilleros.
- Osea, ¿por qué te quejas? ¿En qué te afecta?- fueron las interrogantes punzantes que me lanzó aquella persona, con tufillo dictatorial e impositivo, dicho sea de paso. Solo mostré una sonrisa, y es que aquellas interrogantes me las esperaba tarde o temprano.
- Un estudiante universitario, con la facha de yuppie neoliberal, afirmaba que : "...los derechos humanos son una cojudez". La misma frase, ya lo sabemos, la dijo hace algún tiempo atrás, Monseñor Cipriani.
- Otra perlita de otro estudiante universitario "yo votaría por Fujimori", si es que, claro, la (in)justicia peruana lo decide así !Bah! Qué interesa si total el fin justifica los medios. En una guerra, dicen por ahí, justos pagan por pecadores.
!Qué importa! Para qué quejarnos y molestarnos. Si nosotros, estamos vivos. "Gracias al chino ahora podemos salir cada fin de semana y tomarnos un trago". Por el amor de Dios.
En fin, tres escenas de un mismo discurso. De un discurso reciclado.
La semana pasada se cumplieron 60 años de la declaración universal de los Derechos Humanos, pero en nuestro país, los cimentos históricos dictatoriales impidieron que no se celebre de manera oficial o multitudinaria, digamos. Y es que el pasado nos persigue y nos produce la ceguera, la misma que postulaba Saramago, heredada del filósofo Sócrates, en su novela "Ensayo sobre la ceguera".
Justo el día que se cumplían los sesenta años de la declaración de los derechos fundamentales e inherentes de la persona, me encontraba conversando con una buena amiga y mejor colega. Ambos, sentados en el Starbucks, frapuccinos respectivos en la mesa, debatíamos sobre la actual desorganización de la izquierda. Sobre, además, una derecha que impera con su aura dictatorial y del olvido del Estado por las víctimas por crímenes de lesa humanidad, causadas tanto por el terrorismo como por las Fuerzas Armadas.
La escena descrita, un debate juvenil en un establecimiento, digamos, vinculado a las clases altas origina que seamos víctimas de befas, sorna, burla. Somos unos caviares que jugamos a ser izquierdones. Al parecer, caemos en ese desprestigio como consecuencia. Es ahí donde nos ganaríamos el sobrenombre de caviares, de pitucos de izquierda (¿No Alan?). El debate guarda una curiosa similaridad con la narración de Santiago Roncagliolo en su libro "La Cuarta Espada", cuando este se encontraba en el balneario de Eisha, y hablaba con unos amigos mirando al mar, sobre el socialismo (escena que por cierto, para efectos del libro, de hecho, resultó innecesaria creo, pero bueno).
Pero, por qué ese mote de caviares, cuando se debate constantemente sobre la realidad del país y nos preocupamos (rostros cejijuntos de por medio) porqué siguen los mismos políticos de siempre y todo ese rollo. Claro, muchos dirán: ¿pero qué hacen por eso?¿ Acaso están en algún partido luchando por lo que tanto pregonan? ¿Qué hacen por ese país que dicen está fracturado? La acción, ciertamente, no se ve por ningún lado y todo ese debate, a primera vista, parece quedar en verborrea snob de pensamiento progresista nice (Aldito Mariátegui dixit).
Sin tomar una postura autoritaria ni mucho menos con afanes de descubrir la pólvora, creo que la existencia de más debates de este tipo producen más que el simple "generar conciencia". De alguna manera, ayuda a que más jóvenes, apáticos por la política con razón, se involucren en los temas que aquejan al país. Temas que están en la atmósfera, se sienten, se huelen, pero que muchísimas veces se dejan de lado. Es importante, porque claro, finalmente, te vas a dar cuenta por quién votar y por quién no. Ya no te crees tanto el populismo de los balconazos que hace hurras por la pena de muerte y por un libre mercado sin alguna, aunque sea, mínima intervención estatal.
Es entendible que personas adultas crean en Fujimori o Alan. En su mayoría, no se podría insertar un nuevo discurso a personas que ya han vivido cierto tiempo de un mismo tipo de gobierno. Lógicamente, el debate es para los jóvenes, para esa futura generación que no se coma el cuento del reggeatón de la estrella u otra cosa que aletargue nuestras impolutas conciencias.
El mencionado debate debe ser punto común en alguna reunión, por lo menos. Ya sé, suena más que una utopía que esto se cumpla. Dentro de la apatía por temas como política, se esconde un real desinterés por informarse, por leer periódicos siquiera.
De todas maneras, no hay quedarse en el status quo y caer en el discurso oficial que reafirma su postura de que nuestro país es inmune a la crisis internacional (cosa de hecho, contraria, a las acciones desesperadas de nuestro gobierno por evitar que nos caiga la mencionada crisis). Por lo menos, para eso puede servir una conversación caviarona. Ahí se crea un filtro, por lo menos eso...
2 comentarios:
No hay que quedarse en el estatus quo, muy cierto, pero complicado ¿no? Vamos primo, hay que ahondar hasta deonde sea necesario. Hay viajes atractivos sin boleto de regreso.
ajaj buen post primo jajaj, que diga Gabriel, bien inspirado como 100 pre con la unión de palabras precisas, jjuju, gracias por hacerla de profe jaj, un abrazo
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