Escena 1:- Puta, el tono va estar buenazo, !vamos!- la chica de unos 20 años animaba a su novio en la puerta del cine El Pacífico, en Miraflores, el día sábado a eso de las 9 de la noche.
- Si! !De hecho! !Va a haber bastante chela!- respondió el joven enamorado.
Escena 2: Iba al baño de Larcomar, a las 10 de la noche, cuando me encuentro, al costado, con una gran fila pugnando por entrar al Aura y Gothika (discotecas que afortunadamente me enorgullezco de no ir hasta la fecha), ese mismo día sábado. Todas las personas en esa fila se encontraban bien arregladas, al mejor estilo de los desfiles fashion.
Sí, era el sábado 18 de agosto, 3 días después de la desafortunada y lamentable tragedia, y ya jóvenes limeños (mayores también) veían las alternativas para el plancito sabatino, para el 'trampolín', para el agarre que seguro iban a tener, o para la chupeta inacabable, tan inacabable como la duración del sismo de 7.9 grados.
Debo decir que me resultó lamentable ver ambas escenas: una mezcla de impotencia y rabia, de querer gritar. Pero bueno, como dice mi madre, no puedo pretender cambiar la mentalidad de todo el mundo. Pero ese 'todo el mundo'(por el bien de los damnificados del país) es apenas el 1 o 2% de los 28 millones de peruanos. Qué irónico, mientras ellos, hombres y mujeres carcajeaban, chupaban y otras cosas más, en el sur chico del país, varios se morían por llevarse un pan o un vaso de agua a la boca. Una imagen que refleja el verdadero Perú el que vivimos: esa división de las clases sociales.
Ahora, no digo que todos, en Lima, estemos todos callados en nuestras casas. No pienso imponer un cáracter autoritario, pero respetos guardan respetos. Vamos, es duelo nacional. Claro, la procesión se puede llevar por dentro, y ayudar en lo que se pueda a las víctimas de este siniestro es lo que hemos estado viendo en estos días. Esas personas que decidieron salir aquel sábado, de repente, tienen como virtud la indiferencia. Esas mismas que seguramente afirman que la imagen del Perú ha cambiado, que Macchu Picchu es lo mejor del mundo, que la gastronomía con Gastón Acurio es lo máximo, y otras cosas tan aristocratonas que no sorprenden. Nadie, creo, tiene la idea tan aproximada del sufrimiento( salvo, claro, los que tienen familiares en las zonas afectadas), de lo que están pasando las personas que viven en Pisco, Ica, Chincha y otros pueblos aledaños,. Lo que digo es que, con este terremoto, se comprobó que los peruanos sufrimos de esa variedad de personas. No somos iguales y, por eso mismo, algunos resultan indiferentes. No hace falta ser tan prejuicioso para atreverse a afirmar que ese 1 o 2 % de Lima piense que todo está bien, que el actual sistema neoliberal funcione de maravillas, que Alan es lo mejor para el país (con su pésimo accionar junto a su gabinete frente al sismo).
Claro, de hecho, es fácil hablar (escribir en este caso) sobre este suceso. Como se dice, es fácil ser general después de la guerra. Pero bueno, es igual criticable ambas imágenes que describo: la indiferencia misma. No hay peor característica que esta, sobre todo, en tiempos como este. Pero, por lo menos, desde mi humilde colaboración, he donado algo de lo que puedo, y, desde luego, pretendo seguir haciéndolo, pensando que no es suficiente, como la mayoría.
Escena 3: Cayetana Aljovín, domingo 19, 3 de la mañana, bailando Jerry Rivera en un matrimonio. Riéndose, toda ella. Que se siga divirtiendo. Pero de ahí que no salga a hablar, como el día anterior a comprometerse con las ciudades afectadas y haciendo lo imposible para ayudar. Esto, claro, lo se por una fuente que me reservo a no decirlo.
Pese a todo, hacemos fuerza para que todo se solucione, con la ayuda que día a día estamos llevando.
Escena 4: Una mujer de 50 años que vive a la espalda del Lolo Fernández sacaba de su monedero los únicos soles que le quedaban del día para comprar botellas de agua y llevarlas al estadio Nacional. Me quedo con esa fotografía. !Fuerza Perú!