A propósito del venidero partido de Perú contra Venezuela, sorprende ahora la omisión de frases por demás populacheras, demagógicas, para el balcón de Alan García, como el "sí se puede" en la prensa deportiva esta última semana. Cual conciliábulo, ahora sí estamos más que mal, avalado y más que confirmado por el último puesto de Sudamérica en el también último ranking de la FIFA.
De todas maneras, y teniendo esta particular coyuntura, aprovecho para traer a colación algunas pequeñas coincidencias entre el discurso del hincha promedio y el del peruano, por no decir limeño, que vive del chorreo económico digamos.
Los comentarios de las gentes en la previa de la última Copa América nos daban como favoritos: "Tenemos un equipazo", "Con Pizarro, Farfán y Guerrero la hacemos", recuerdo que así eran las frases, provenientes de un inusitado y empalagoso triunfalismo. Pero la persona que mantenía un discurso más calmo, más reservado, era sancionado desde con una mirada de desprecio como ser víctima de una burla en consenso de grupo. Si alguien, por esos días, mencionaba: "Somos los últimos", resultaba ser una injuria, algo que no admitía perdón. Para nada. Era, en fin, considerado un enemigo, un traidor de la patria.
No muy lejos se está de una curiosa analogía, cuando no se comparte el speech de los políticos de nuestros días, cuando estos se jactan del éxito macroeconómico y todo ese rollo. De inmediato, lo etiquetan de ser un peligro para el país, un subversivo en crecimiento. Y es que uno de los intentos de este gobierno es estandarizar las opiniones sobre el chorreo económico y sus variantes. Como si se hubiera dictaminado sacar una ley en el que todos los peruanos tenemos que decir lo mismo. Los matices, tampoco, son bienvenidos. En un país, con gran cultura dictatorial, donde los libros de autoyuda tiene alta demanda (otro dato que confirma el hecho de que tiene que haber alguien que nos diga qué cosa hacer para algo) se tiene por ideas centrales los blancos o negros. Nada de grises. Si no se comparte eso, pues también resultaría un enemigo de la patria.
De todas maneras, y teniendo esta particular coyuntura, aprovecho para traer a colación algunas pequeñas coincidencias entre el discurso del hincha promedio y el del peruano, por no decir limeño, que vive del chorreo económico digamos.
Los comentarios de las gentes en la previa de la última Copa América nos daban como favoritos: "Tenemos un equipazo", "Con Pizarro, Farfán y Guerrero la hacemos", recuerdo que así eran las frases, provenientes de un inusitado y empalagoso triunfalismo. Pero la persona que mantenía un discurso más calmo, más reservado, era sancionado desde con una mirada de desprecio como ser víctima de una burla en consenso de grupo. Si alguien, por esos días, mencionaba: "Somos los últimos", resultaba ser una injuria, algo que no admitía perdón. Para nada. Era, en fin, considerado un enemigo, un traidor de la patria.
No muy lejos se está de una curiosa analogía, cuando no se comparte el speech de los políticos de nuestros días, cuando estos se jactan del éxito macroeconómico y todo ese rollo. De inmediato, lo etiquetan de ser un peligro para el país, un subversivo en crecimiento. Y es que uno de los intentos de este gobierno es estandarizar las opiniones sobre el chorreo económico y sus variantes. Como si se hubiera dictaminado sacar una ley en el que todos los peruanos tenemos que decir lo mismo. Los matices, tampoco, son bienvenidos. En un país, con gran cultura dictatorial, donde los libros de autoyuda tiene alta demanda (otro dato que confirma el hecho de que tiene que haber alguien que nos diga qué cosa hacer para algo) se tiene por ideas centrales los blancos o negros. Nada de grises. Si no se comparte eso, pues también resultaría un enemigo de la patria.
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