lunes, 17 de diciembre de 2007

Continúa el efecto Soda...


Han pasado exactamente diez días del concierto en el estadio Nacional, y vaya que aún no dejo de escucharlos. Mi disco mp3 de Soda Stereo, que lo había adquirido hace ya cinco años en Polvos Azules, debe estar más desgastado que el del 'Álbum Blanco' de los Beatles, o que el 'Wish you were here' de Pink Floyd. Y todo por culpa de esa noche del 8 de diciembre. Una noche que el olvido jamás podrá lograr su cometido.


Días previos al concierto y con entrada en mano, había puesto en riesgo mi presencia. ¿Qué ocurrencia no? Ahora que lo pienso, no solamente es una ocurrencia, sino una insolencia, una malcriadez, una falta de respeto a lo que significó esa noche. Pero bueno, tras haber resuelto mi propio cronograma de actividades (semana de finales incluido), duermo la noche del viernes pensando que al día siguiente iba a ser un break bien largo... todo el día. El plan Soda lo iba a ejecutar junto a un gran amigo de mi promoción desde las 10 am. Sí, desde las 10 de la mañana que fui a su casa y de ahí, nos trasladamos para allá. El plan Soda tenía de protagonistas a mi amigo Johao, su enamorada Myriam, y su hermano Marlon.


Once de la mañana, en las afueras del estadio nos encontrábamos haciendo la bendita cola, y con un sol que ya comenzaba a molestar. Desde las once hasta las cuatro de la tarde. ¿Qué, qué hicimos en todo ese lapso? Aparte de vernos las caras, conocimos a otra gente en la cola. Todos hablábamos de Soda, de qué canciones iban a tocar. Yo les comentaba por qué no incluían 'Dietético' o 'Mi novia tiene biceps'. Después de eso, nos pusimos a jugar cartas. Vaya que aprendí, ahora sí tras varios intentos, a jugar Ocho locos, 21, o Póker (sin apuesta). Para almorzar, muy simple: nos cuidábamos el lugar de la cola y, previa recomendación de un pata con gorrita de rasta que estaba atrás de nosotros, nos fuimos a un restaurancillo por la zona. Un respetable caldo de gallina, de entrada y una clásica milanesa con papas y arroz, de segundo, fueron suficientes para acabar con mi apetito, al menos por esas horas.

El reloj marcaba las cuatro de la tarde, cuando la fila hacia 'Signos' (la segunda entrada más barata) comenzaba a entrar. Una vez dentro del estadio, la primera fase del plan Soda había concluido. Ahora faltaban solo cinco horas más. Cinco horas más, pero los pies no sabían eso: rogaban sentarse por favor. Ya éramos víctimas del cansancio. El grupo 'telonero' fue el 'Dúo Ayacucho'. No tenía mayor referencia de ellos, más que saber que era un grupo folclórico (mi madre es fanática de ellos). Pero, queríamos ver a Soda, así que los silbidos no se hicieron esperar.

La tarde terminaba y la noche asomaba con una ligera garúa que aparecía de vez en cuando, solo para poner un poco de más emoción a esta larga espera. Hasta que la hora tan esperada llegó y el delirio ya era muy común en todos los presentes. Gustavo Cerati, Zeta Bossio y Charly Alberti acababan de salir al escenario. 'Juegos de Seducción' arrancó con fuerza e hizo saltar a todos los presentes. Vaya que sí. Fueron cerca de tres horas de puro Soda(con un breve intermedio incluido). No me acuerdo en qué canción exactamente, pero en todo el 'pogo', en medio de un olor a marihuana fusionado con la hediondez que destilaban las axilas presentes, habré dicho: !No puede ser cierto que todo esté perfecto! Y hasta ahora lo confirmo. Valió la pena haber estado diez horas parado en la espera, y casi tres horas más saltando y cantando.

Creo que ninguna descripción por más que sea de algún (pseudo) crítico, literato, poeta, o cualquiera, va a poder narrar exactamente lo qué pasó esa noche. En todo caso, hay para todos los gustos. Personalmente, no logro describir exactamente lo qué sentí al mínimo detalle en ese concierto. Lo que sí puedo afirmar es que el efecto Soda aún tiene para rato... como un Disco Eterno.

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