Nadie me puso una Beretta para que aliente a Grecia. Mucho menos, su embajada financia mi hinchaje. Esto lo dejo en claro, sobre todo, por algunos cuestionamientos que ponen en duda mi real fanatismo hacia una selección, insisto, aparentemente novel, debilucha y fútil.
¿Por qué, de la misma manera, no se fiscaliza a nuestros compatriotas, simpatizantes de Argentina, Brasil, Holanda, Italia, Alemania, en fin selecciones, si bien mediáticas, con una verdadera historia para contar y de nunca acabar, en sus peripecias mundialistas? ¿Quién determina qué modelo o cuál equipo seguir? Acaso, también ¿hay una manera políticamente correcta de ver el fútbol? ¿El fútbol caviar?
Grecia tiene dos participaciones, con esta, en los torneos mundiales. No es que me victimice pero, vamos, ya tengo nueve años alentando a este poco conocido equipo y tener que escuchar los mismos reparos te pueden llegar a cansar un rato. Insisto, cuando por vez primera, alenté a Grecia, ya sabía de su escaso palmarés. Una retahíla de burlas, befas y caricaturizaciones al por mayor amenazaban con menoscabar mi particular fijación. Pero, bah!, me importaba un bledo. Bien sabía a lo que me metía.
Aún así, en el 2004, cuando los helenos se hicieron de la Eurocopa, dejando a rivales de muchísimo mayor fuste como Portugal con Cristiano Ronaldo; España (en verdad, no sé el porqué lo toman como favorito, si no ha ganado mundial alguno para que encaje en dicho rótulo de grande); Francia con Zidane y Henry; República Checa con Nedved; y nuevamente, a Portugal, en su cancha, en su copa que habían organizado. Cuando vi que los comentaristas, tanto de acá como en el extranjero, se arañaban porque Grecia, ese equipillo feo y horrible, "que no juega a nada", "solo al pelotazo" gozaba más. Me sentí, cual director técnico de equipo chico, que después de tanto trabajo, conseguía su cometido. Dicho de otra forma, me sentí que formaba parte del triunfo, que merecía una nota al menos de 300 caracteres en "El Bocón".
Luego vino la Copa Confederaciones del 2005, con dos derrotas y un empate (Brasil: 0-3; Japón: 0-1; y México 0-0). Desazón y la primera oportunidad en mis compañeros para sacarme en cara y confirmar su hipotésis de los quince minutos de fama de los helénicos. Después, la no clasificación al mundial 2006 sí fue roche: que no vaya la selección campeona de Europa significó un gran pasivo. La Euro del 2008 era la posibilidad para redimirse. Pero no fue así: 3 partidos, 3 derrotas, un gol a favor y 6 en contra. No era roche simplemente, fue un desastre.
Hoy, a horas del encuentro con Corea del Sur, mi hinchaje sigue siendo tan intenso como aquel primer partido que vi ante Inglaterra, cuando Beckham convirtiera acaso uno de los goles mejor grabados en nuestra retina futbolera. El partido acabaría 2 a 2, pero quedé firmemente convencido la pasión de los helenos.
Ver fútbol con la pelota pegada al piso es bacán. El fútbol, señores, se gana con goles, pero muchas veces el espectáculo pasa por ver jugadas de ensueño y de auténtica filigrana, siempre y cuando, estas resulten efectivas camino al gol. En todo caso, siendo lo más diplomático posible, no hay receta única para la victoria: se han aplicado desde el frío y calculado pragmatismo o la heterodoxia del jogo bonito.
Yo apuesto por la primera en desmedro de la segunda. Y Grecia ha tenido momentos de eficacia en esa apuesta. Por lo demás...go Greeks!
¿Por qué, de la misma manera, no se fiscaliza a nuestros compatriotas, simpatizantes de Argentina, Brasil, Holanda, Italia, Alemania, en fin selecciones, si bien mediáticas, con una verdadera historia para contar y de nunca acabar, en sus peripecias mundialistas? ¿Quién determina qué modelo o cuál equipo seguir? Acaso, también ¿hay una manera políticamente correcta de ver el fútbol? ¿El fútbol caviar?
Grecia tiene dos participaciones, con esta, en los torneos mundiales. No es que me victimice pero, vamos, ya tengo nueve años alentando a este poco conocido equipo y tener que escuchar los mismos reparos te pueden llegar a cansar un rato. Insisto, cuando por vez primera, alenté a Grecia, ya sabía de su escaso palmarés. Una retahíla de burlas, befas y caricaturizaciones al por mayor amenazaban con menoscabar mi particular fijación. Pero, bah!, me importaba un bledo. Bien sabía a lo que me metía.
Aún así, en el 2004, cuando los helenos se hicieron de la Eurocopa, dejando a rivales de muchísimo mayor fuste como Portugal con Cristiano Ronaldo; España (en verdad, no sé el porqué lo toman como favorito, si no ha ganado mundial alguno para que encaje en dicho rótulo de grande); Francia con Zidane y Henry; República Checa con Nedved; y nuevamente, a Portugal, en su cancha, en su copa que habían organizado. Cuando vi que los comentaristas, tanto de acá como en el extranjero, se arañaban porque Grecia, ese equipillo feo y horrible, "que no juega a nada", "solo al pelotazo" gozaba más. Me sentí, cual director técnico de equipo chico, que después de tanto trabajo, conseguía su cometido. Dicho de otra forma, me sentí que formaba parte del triunfo, que merecía una nota al menos de 300 caracteres en "El Bocón".
Luego vino la Copa Confederaciones del 2005, con dos derrotas y un empate (Brasil: 0-3; Japón: 0-1; y México 0-0). Desazón y la primera oportunidad en mis compañeros para sacarme en cara y confirmar su hipotésis de los quince minutos de fama de los helénicos. Después, la no clasificación al mundial 2006 sí fue roche: que no vaya la selección campeona de Europa significó un gran pasivo. La Euro del 2008 era la posibilidad para redimirse. Pero no fue así: 3 partidos, 3 derrotas, un gol a favor y 6 en contra. No era roche simplemente, fue un desastre.
Hoy, a horas del encuentro con Corea del Sur, mi hinchaje sigue siendo tan intenso como aquel primer partido que vi ante Inglaterra, cuando Beckham convirtiera acaso uno de los goles mejor grabados en nuestra retina futbolera. El partido acabaría 2 a 2, pero quedé firmemente convencido la pasión de los helenos.
Ver fútbol con la pelota pegada al piso es bacán. El fútbol, señores, se gana con goles, pero muchas veces el espectáculo pasa por ver jugadas de ensueño y de auténtica filigrana, siempre y cuando, estas resulten efectivas camino al gol. En todo caso, siendo lo más diplomático posible, no hay receta única para la victoria: se han aplicado desde el frío y calculado pragmatismo o la heterodoxia del jogo bonito.
Yo apuesto por la primera en desmedro de la segunda. Y Grecia ha tenido momentos de eficacia en esa apuesta. Por lo demás...go Greeks!